Arribamos al
22 de abril, en medio de una pandemia generalizada que afecta a más de 200
países en el orbe y con más de dos millones de personas afectadas, paralizada
la economía, especialmente el sector servicios y con claras muestras que el
sistema sanitario de países como el nuestro, ha sido colapsado debido a su
precariedad y falta de previsión; se está pagando la poca atención al sector
salud y su casi privatización por decenas de años; igual ocurre con la
educación.
El día de la
Tierra, establecido el 22 de abril como Día Internacional de la Tierra,
mediante Resolución 63/278 de la ONU, reconociendo que la Tierra y sus
ecosistemas constituyen el almacén de nuestros recursos para satisfacer
nuestras demandas de alimentación, medicinas, energía, recursos para el
desarrollo y, que actualmente, se halla deteriorada, contaminada, agredida por
las diversas actividades de expoliación sin límites y utilizando tecnologías no
ambientalmente compatibles. La resolución de la ONU, reconoce a la Tierra, los
productos y recursos que nos ofrece como nuestro hogar; por lo tanto, debemos
ser nosotros los obligados a administrar con sensatez y encontrar el equilibrio
entre las formas de satisfacer las necesidades económicas, sociales y
ambientales que nuestros pueblos requieren. Este equilibrio solo se podrá
alcanzar desarrollando acciones que promuevan la armonía del hombre con la
naturaleza; así lo demanda nuestra legislación y los principios del desarrollo
sostenible.
Este Día
Internacional, que, en nuestro contexto andino, lo asociamos y debido a nuestra
racionalidad heredada desde nuestros ancestros, los Incas, lo denominamos como
el Día de la PACHAMAMA; en efecto, utilizaron diversas tecnologías y herramientas
para conservar el suelo, el agua, el bosque; construyeron andenes y canales de
riego para hacer estas tierras más productivas; no invadían el cauce de los
ríos, respetaron lo que actualmente denominamos como faja marginal; sabían bien
que la conservación de los bosques era un requisito para la generación de
fuentes de agua; los suelos debían ser conservados, porque de ellos depende la
productividad y seguridad alimentaria; en razón a todo ello, la Pachamama, es y
ha sido respetada, conservada y adecuadamente gestionada y manejada.
El 22 de
abril, no es un día para celebrarlo, sino que es propicio para la reflexión
sobre el cuidado de la Tierra y los diversos problemas ambientales e incluso
daños que hemos ocasionado; considero, que el Día de la Pachamama, es más bien
una fecha para promover que todos los sectores de la sociedad (empresarios,
inversionistas, el hombre del campo, intelectuales, autoridades, adultos y
niños) reflexionemos respecto de lo que tenemos en nuestros ecosistemas, lo que
hemos perdido en razón a la sobreexplotación y deterioro generado sobre
nuestros recursos naturales y, sobre qué tecnologías debemos de utilizar para
el uso sostenible en beneficio de las grandes mayorías que aún, en el Perú, no
tienen satisfechas las necesidades básicas. Reflexionemos juntos, para recordar
que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento.
Existen
problemas de diversa índole que han afectado a los ecosistemas terrestres,
marinos y dulceacuícolas, como la pérdida de biodiversidad, desertificación,
cambio climático, erosión de suelos, deforestación, contaminación, mala gestión
de residuos sólidos, la interrupción de ciclos naturales, etc. que pueden ser
enumerados como los costos del hombre y de los estilos de desarrollo
implantados en menoscabo de los recursos que la naturaleza y sus ecosistemas
nos brindan.
Existe
información relevante respecto de los diversos impactos negativos que el hombre
en sus diversas actividades ha generado sobre los ecosistemas, que los resumo
brevemente:
- Según Nature (2016), la destrucción del hábitat, la explotación y el cambio climático están causando la pérdida de la mitad de la población de las especies silvestres del mundo.
- Oxford Academic (2012), especifica que, en todo el mundo, más de 650,000 mamíferos marinos son capturados o heridos de gravedad por los artes de pesca cada año.
- The Guardian (2018). Manifiesta que el número de animales que viven en la Tierra ha disminuido en un 40% desde 1970.
- Smithsonian National Museum of Natural History, (2018), estima que los humanos han impactado el 83% de la superficie terrestre de la Tierra, lo que ha afectado a muchos ecosistemas, así como al rango en el que solían existir especies específicas de vida silvestre.
Pero las
cifras indicadas, no son las únicas; pues en los ecosistemas de agua dulce, más
de 126,000 especies de peces, reptiles, moluscos, plantas, insectos y mamíferos
que habitan en ríos, lagos y humedales, se han visto gravemente amenazados por
la acción humana (National Geographic, 2018); de estos, un 83 % ha disminuido
desde 1970, según el último Informe Planeta Vivo de la WWF, siendo la mayor
extinción de vertebrados a nivel mundial. Dicho Índice, que mide los niveles de
biodiversidad, señala que las especies de vertebrados en todo el mundo, evidencian
una disminución general del 60% desde 1970, siendo los principales factores de
esta pérdida la sobreexplotación y la agricultura (ambos como resultado del
crecimiento del consumo humano).
De otro
lado, y aún en el contexto del análisis global, las concentraciones de los
principales gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera
alcanzaron, en 2018, concentraciones que la Organización Meteorológica Mundial
(OMM) considera como niveles récord; en efecto, el nivel de dióxido de carbono
en la atmósfera, en las estaciones de Mauna Loa (Hawaii) e Izaña (Canarias),
superan las 415 ppm (partes por millón) en 2018. La información de la OMM,
especifica que el dióxido de carbono (CO2) aumentó un 147%, el metano (CH4) un
259%, y el óxido nitroso (N2O) un 123%. Estos incrementos hacen que el cambio
climático sea más agudo, que las temperaturas suban y que los fenómenos
meteorológicos extremos se agudicen. El CO2 es particularmente dañino en un
contexto de calentamiento global porque permanece en la atmósfera durante
siglos y en los océanos por más tiempo, además de acidificar los océanos.
Aun cuando
(como señalamos en un artículo anterior) el impacto visible y positivo del
coronavirus, ya sea a través de la mejora de la calidad del aire o la reducción
de las emisiones de gases de efecto invernadero, no es más que temporal, ya que
se
debe a la
desaceleración económica, la pausa de las industrias y el parque automotor y,
el confinamiento de los habitantes a causa de la pandemia.
En el caso
del Perú, las repercusiones de la actividad económica tienen características
particulares; el Perú tiene escasas tierras agrícolas, alrededor del 6% del
territorio nacional (Perú posee una superficie de 128.5 millones de hectáreas,
de las cuales solo 7.6 millones tienen capacidad para cultivos agrícolas;
MINAG, 2020); en esta extensión, se produce un permanente deterioro de los
suelos debido tanto a factores naturales, deforestación, incendios y quemas y,
las inadecuadas técnicas utilizadas en la agricultura y ganadería. Esta
degradación de los suelos afecta las propiedades físicas, químicas y biológicas
del suelo, generando que los suelos productivos tengan un bajo rendimiento en
los cultivos y sea costoso en su mantenimiento.
La pérdida
de suelos por erosión hídrica en el Perú es un grave problema ambiental que
afecta y pone en riesgo la seguridad hídrica y seguridad alimentaria; este
proceso erosivo, es más crítico en zonas altoandinas que son proveedoras de
importantes servicios ecosistémicos, como la generación del agua y, constituye
el escenario donde se desarrolla la actividad agrícola para la provisión de
alimentos a las ciudades de sierra, selva y costa. Por otro lado, al ser la
precipitación el principal agente que contribuye al proceso de erosión hídrica,
la generación de sedimentos y sólidos de arrastre, produce la colmatación de
cauces, represas, canales de riego, embalses que tiene altos costos de
mantenimiento.
Según
estudios de SENAMHI (Atlas de erosión de suelos, 2017). En la cuenca
Vilcanota-Urubamba, los niveles de erosión anual para esta cuenca, alcanza una
tasa promedio de 58.2 TM/ha/año, valor que califica un grado de erosión Alta,
según clasificación FAO. Es decir, que la erosión, se lleva millones de
toneladas de suelo productivo y no productivo de nuestra Región.
De otro
lado, la deforestación en Perú, es preocupante, habida cuenta que es un factor
que genera erosión de los suelos, en 2019, según reporte del MINAM, se
deforestaron 147,000 hectáreas de bosques. El incremento del proceso de
deforestación en el Perú es alarmante, pues, según el informe de Servicio
Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) hasta el año 2017 el Perú ha
perdido un total de 7.7 millones de hectáreas de bosque natural, de los cuales
el 60% estuvo concentrada en los departamentos de Ucayali, Madre de Dios,
Huánuco y Loreto (Informe Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina -MAAP).
Todos
conocemos las principales causas de la devastación de bosques en el Perú; sin
embargo, las causas principales son: la minería ilegal, monocultivos, tala
ilegal, agricultura migratoria, urbanización y construcción de carreteras;
empero, la responsabilidad en su control, no debe recaer sólo en el gobierno
nacional y
sectores,
sino en los gobiernos regionales y locales; pues éstos últimos se hallan de
cara a la población y administran el territorio jurisdiccional respectivo y
deben de contar con planes y proyectos para el control de estos dos procesos:
la erosión y deforestación.
De acuerdo
con un análisis de la Universidad de Maryland, publicado en Global Forest
Watch, 2020; la selva del Perú perdió 140,185 hectáreas de bosques primarios en
2018, lo que ubica al país como el sétimo con mayor deforestación de este tipo
a nivel mundial.
Es preciso
señalar que los bosques primarios poseen especies forestales que pueden tener
cientos o miles de años, y almacenan más carbono que otros bosques; la
deforestación de estos bosques, hace que el carbono almacenado sea liberado,
contribuyendo, no sólo al calentamiento global, sino a la pérdida del suelo por
erosión.
El Día
Internacional de la Pachamama, sirva para sensibilizar, concienciar, llamar la
atención, señalar que existen problemas sin resolver, como los comentados y
otros que los gobiernos deben considerar en sus políticas de desarrollo y,
además, todos los ciudadanos seamos exigentes con quienes en este momento y a
futuro administran la gestión pública y consideren la variable ambiental en las
políticas de desarrollo.
Sin duda, en
este Día Internacional de la Madre Tierra, requerimos un importante viraje
hacia una economía más sostenible, más socialmente justa, más equitativa y que
funcione tanto para las sociedades como para los ecosistemas del planeta. Es
hora de promover y plantear acciones para la armonía del hombre con la
naturaleza.
Hoy vivimos
semanas de preocupación, debido a la pandemia; no obstante, habría sido
distinto en nuestro país y en muchos otros, que millones de ciudadanos hagan
frente a esta pandemia, conociendo que tienen una estructura de saneamiento
adecuada, con agua de calidad potable que no genere enfermedades transmitidas
por el agua, sabiendo que tenemos suelos productivos y no erosionados que
garanticen una dieta equilibrada en vitaminas y minerales, que tengamos en
nuestras ciudades aire no contaminado, que poseamos una minería con tecnologías
no deteriorantes, que los residuos sólidos que todos generamos sean adecuada y
sanitariamente gestionados, contemos con ríos no contaminados y aguas
residuales tratados, de modo que tengamos una calidad de vida acorde a nuestros
tiempos. El COVID-19, que ahora nos afecta y el Día Internacional de la
Pachamama, deben motivarnos a tener una reflexión personal para entender que,
sin agua de calidad, sin suelos productivos, sin un aire limpio y sin un
ambiente equilibrado no hay vida; por lo tanto, los recursos naturales, los
diversos ecosistemas, la diversidad biológica deben ser respetados y
ciertamente, deben ser nuestros aliados.
Juan Eduardo Gil Mora es biólogo, M. Sc. en Ciencia y Tecnología
Ambiental. Consultor Ambiental. Registro SENACE N° 436-AGR-2019. Docente en la
Escuela de Post Grado en la Universidad Andina del Cusco.
Correo
electrónico: mundoandino2005@yahoo.es
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